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JOSÉ ANTONIO SOBRINO RODRÍGUEZ - Valencia
Catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Valencia, presidente de la Asociación Española de Teledetección, creador del equipo de investigación Unidad de Cambio Global (Universidad de Valencia) y Premio Rey Jaime I de Protección del Medio Ambiente 2019
“Desde la Universidad de Valencia colaboramos con la Xunta de Galicia y con varios países en un proyecto que aborda la protección y restauración de los ecosistemas afectados por incendios forestales en el sudoeste de Europa”
El estudio del cambio climático a través de la teledetección ha distinguido recientemente al físico ourensano José Antonio Sobrino con la concesión del premio Jaime I de Protección del Medio Ambiente. Es catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Valencia, presidente de la Asociación Española de Teledetección e impulsor del reconocido equipo Unidad de Cambio Global. Forma parte del Advisory Group de la misión LSTM de la Agencia Espacial Europea (ESA) y es miembro del comité científico de la misión Franco-India TRISHNA y del Earth Science Advisory Committee (ESA). Destaca además como investigador principal en más de 60 proyectos financiados por el Gobierno de España, por la Unión Europea y por la ESA, supera las 300 publicaciones en revistas científicas y ha dirigido una veintena de tesis doctorales. Hijo y nieto de maestros ourensanos, José Antonio Sobrino es originario de Outomuro (Cartelle), en donde tiene casa familiar y regresa cada verano. Se estableció en Valencia a los 8 años, debido al traslado voluntario de su madre para ejercer la docencia en una ciudad dotada de universidad en la que poder dar estudio a sus hijos. En esta densa entrevista concedida a Galiciaexterior.com, reconoce que el litoral de Pontevedra y A Coruña se vería especialmente afectado por el deshielo de Groenlandia, que según los modelos elevaría hasta 7 metros el nivel del mar.
Texto: Javier de Francisco ©
Usted y su familia son ourensanos, pero reside en Torrent (Valencia) desde los 8 años. ¿A qué se debió el traslado familiar?
Mi madre es natural de Outomuro (Cartelle) y mi padre era de Castrelo de Miño; yo nací en Outomuro en el verano de 1961. Mi madre era maestra de escuela -está jubilada- en Paredes, entre Lebosende y Serantes, en el municipio de Leiro, en una zona en la que hay una iglesia románica del siglo XII, Santo Tomé de Serantes, que recomiendo visitar. Estuvimos viviendo en Paredes en una casa escuela de la época que sigue en pie . Mi madre quería que sus hijos pudieran estudiar en la universidad y quería tenernos cerca. En el verano del año 1969 dejamos Paredes y nos trasladamos los 5 miembros de la familia, mis padres y tres hijos, a Torrent, una ciudad de la provincia de Valencia.
Aldea de Paredes en la provincia de Ourense
A pesar de establecerse en una población distante, nunca han perdido la conexión con su zona de origen familiar...
Toda la vida hemos seguido muy unidos a Galicia. Tengo dos hermanos más jóvenes, que nacieron en Valencia. En los primeros años veníamos en Navidad a Celanova (que era donde vivían mis abuelos maternos, también maestros) y a O Pazo, en Castrelo de Miño (donde vivía mi abuelo paterno, viticultor del Ribeiro; la abuela paterna murió en 1968); y en verano a Outomuro, pero con el tiempo dejamos de venir en Navidad. En aquella época el viaje por carretera era complicado, tardábamos prácticamente dos días en recorrer 900 kilómetros. Pero nunca dejamos de venir en verano a Outomuro; hoy en día yo intento volver siempre que puedo.
Casa Escuela de Paredes donde vivió hasta 1969
Usted se formó académicamente en la Universidad de Valencia y en la Escuela Nacional Superior de Física de Estrasburgo (la ENSPS).
Sí, hice la licenciatura de Física en la Universidad de Valencia y realicé el doctorado, gracias a una beca del Ministerio, obteniendo el título de doctor en 1989. Posteriormente logré una plaza de profesor ayudante en 1990 y a continuación realicé mi postdoctorado, con una beca de la Unión Europea, entonces denominada Comunidad Económica Europea, en Estrasburgo, en la Escuela Nacional Superior de Física, en donde trabajé durante año y medio con los profesores François Becker y Marc Philippe Stoll, referentes mundiales de la teledetección en el intervalo térmico del espectro, en el que se obtiene la temperatura de la superficie de los objetos. A mediados del 93 regresé a Valencia y el 8 de julio de 1994 aprobé la oposición de Profesor Titular de la Universidad de Valencia. En el año 1996 fundé el grupo de investigación la Unidad de Cambio Global (UCG), que me permitió centrar mi investigación en el estudio de los cambios medioambientales que sufre nuestro planeta analizados con el soporte de satélites de teledetección y el tratamiento digital de las imágenes suministradas por los mismos. Constituyó un punto de inflexión siendo una de las mejores decisiones en mi trayectoria profesional. Luego llegaron las primeras tesis dirigidas; en la actualidad llevo veinte tesis doctorales. Durante este tiempo logré financiación tanto de organismos nacionales como de la Unión Europea y de la Agencia Espacial Europea, que me permitieron consolidar la UCG, dotarnos de instrumentación, y de una estación receptora de imágenes de satélite. En la actualidad la UCG la constituyen 10 investigadores. Por último, desde el año 2009, se cumplen ahora 10 años, soy catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de Valencia.
¿Sigue ejerciendo la docencia?
Sí, por supuesto. Imparto asignaturas en los grados de Física y de Farmacia, y también organizamos cursos de verano sobre la teledetección aplicada al medio ambiente en la Universidad de Teruel.
¿A nivel social hay un buen grado de conocimiento sobre la teledetección y las posibilidades y ventajas que ofrece? ¿Ha habido un salto de popularidad con la digitalización y con el uso de apps?
Bueno, aún hoy te preguntan qué es la teledetección; cuando explicas que es la observación de la tierra desde satélites artificiales, la duda se disipa. Ahora bien, en teledetección tenemos un amplio abanico de posibilidades, ya que hay sensores a bordo de satélites que presentan mayor o menor resolución espacial, mayor o menor número de bandas espectrales, que nos permiten trabajar en el espectro solar, en el térmico o en las microondas pasivas y activas. No obstante, cada día se conocen más las posibilidades de esta disciplina, y gran parte de eso es gracias al programa Copernicus de la Unión Europea, que ha sido una verdadera revolución en el campo de la teledetección. Copernicus se nutre de observaciones realizadas entre otros por una serie de satélites desarrollados por la Agencia Espacial Europea (ESA) que se llaman centinelas (Sentinels) del espacio. Se han lanzado ya 7 de estos satélites y se lanzarán 20 más de aquí al 2027. Copernicus permite seguir la atmósfera, el mar, la tierra, el cambio climático y alertar en situaciones de emergencias, por ejemplo en el caso de incendios forestales, proporcionando el detalle del área quemada y la severidad en tiempo prácticamente real. Este sistema europeo de seguridad se llama EFFIS (The European Forest Fire Information System). Contamos también con el sistema EFAS para alerta de inundaciones, que permite dar mapas del conjunto de inundaciones y previsiones a 10 días, o EDO, que proporciona información y alertas tempranas de sequía. Además, con los satélites también se pueden realizar inventarios agrarios, conocer el número de hectáreas de un determinado tipo de cultivo y determinar su productividad con antelación, lo que es muy útil para la PAC (Política Agrícola Común). También se ha lanzado recientemente el satélite Sentinel 5P que permite medir la calidad del aire, uno de los problemas que más afecta a la salud de los habitantes de las grandes ciudades. Además Sentinel-5, es capaz de monitorizar gases como ozono, metano, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno y otros contaminantes. Los mapas que proporciona Sentinel 5P se pueden consultar por cualquier persona. En ellos se observa dónde se localizan los principales focos de polución del NO2; en el centro de Europa sobre todo se encuentran en Holanda, Bélgica y Alemania.
¿Y qué visión da el Sentinel-5 sobre Galicia? ¿Estamos en niveles preocupantes de NO2?
Desde el punto de vista de la contaminación de NO2, las grandes ciudades son las que presentan zonas con mayor contaminación. En España son Madrid, Barcelona, Sevilla, Granada, Valencia, Bilbao, Gijón... En Galicia, A Coruña muestra el mayor impacto, si bien en general la situación en términos de contaminación por NO2 no es mala.
Estamos muy informados sobre la climatología y sin embargo aún le damos poca importancia a otras mediciones que pueden ser vitales para nuestra salud. ¿En un futuro estaremos también muy pendientes de los parámetros ambientales?
He leído recientemente una encuesta que indica que en España más del 60% de la población está preocupada por el cambio climático. Esto es sin duda un avance y tenemos que responder a esa preocupación tanto desde la política, abordando este problema de forma clara y rápida, como desde la investigación, mejorando nuestro conocimiento acerca del planeta. A este esfuerzo ya contribuye la Agencia Espacial Europea (ESA), y España como país miembro de ESA. Además nuestro país cuenta con satélites propios, como el PAZ, un radar de alta resolución espacial que se lanzó el 22 de febrero de 2018; y contamos con una misión de alta resolución espacial en el espectro solar y que se lanzará el próximo año, que se llama Ingenio, y que sin duda contribuirá a mejorar nuestro conocimiento. Por otro lado, son muchos los parámetros que se pueden obtener desde satélite. Así, en vigilancia atmosférica se concentran sobre todo en calidad del aire, composición de la atmósfera, capa de ozono, radiación solar, etcétera. En vigilancia marítima, en seguridad marítima, recursos marinos, costas, meteorología y previsiones. En vigilancia terrestre se proporciona información sobre la ocupación del suelo y sus cambios, los usos del suelo, el estado de la vegetación, etcétera. En cambio climático da valores de temperatura de la atmósfera, del aire, de la superficie. Y en seguridad se concentran en vigilancia de fronteras y apoyo a la acción exterior de la UE. Todos estos productos pueden consultarse y descargarse a través de la página: https://www.copernicus.eu/es .
La Unidad de Cambio Global de la Universidad de Valencia mantiene con la Xunta de Galicia una línea de colaboración relacionada con el control de incendios forestales. ¿De qué parte se ocupa el equipo de investigación que dirige usted?
Colaboramos con Cristina Fernández y José Antonio Vega, investigadores del Centro de Investigación Forestal (CIF) de Lourizán. Nuestra tarea consiste en utilizar datos de satélite para detectar los grados de severidad de los suelos afectados por los incendios forestales. Asimismo, participamos conjuntamente en el proyecto EPyRIS coordinado por el grupo Tragsa y en colaboración con la Universidad de Santiago y grupos de investigación de Portugal y Francia, al objeto de desarrollar metodologías que permitan evaluar rápidamente la extensión y clasificar la severidad del incendio
El dato de hectáreas quemadas suele ser un foco de “guerra de cifras”, por las discrepancias y a veces por la falta de credibilidad de la extensión afectada que ofrecen en general las Administraciones. ¿En realidad existen tantas diferencias con las mediciones que dan los satélites?
La valoración in situ no siempre es fácil y dependiendo de la orografía del lugar y de la metodología utilizada, en ocasiones se han dado resultados que llegan a diferir más de un 30% respecto a la verdad terreno. En ese sentido el dato de satélite es de una gran ayuda porque discrimina con un alto grado de fiabilidad cuáles son las zonas afectadas. En la actualidad podemos dar muy buenas estimaciones ya que gracias a los satélites de alta resolución espacial, como el Sentinel-2A que se lanzó en junio de 2015 y el Sentinel-2B en marzo de 2017, nos aseguramos disponer de una imagen de la misma zona cada 5 días. La forma de estimar la extensión afectada consiste en utilizar imágenes de satélite antes y después del incendio y comparar la variación que presenta la cobertura terrestre en ambas fechas. De esta forma se obtienen mapas de severidad a 20 metros de resolución. Cuando se utilizan sensores de baja resolución como el MODIS (1 km) a bordo de los satélites TERRA y AQUA pueden variar los resultados. Cuanta más alta sea la resolución espacial, más posibilidades tenemos de conocer el estado de la cubierta después de un incendio, y de detectar “islas” no afectadas en entornos que ardieron.
Las grandes compañías agroalimentarias y el sector de la agricultura ecológica, en pleno auge, ¿utilizan los servicios de teledetección para la mejora y control de cultivos?
En Estados Unidos y en países donde las extensiones de cereales son grandes si que se utilizan datos de teledetección en tiempo real y modelos que basados en estos datos proporcionan la producción agrícola con unos meses de antelación. Esta es una información valiosa en el mercado de trigo a nivel mundial, ya que posibilita anticipar si un país necesitará importar o si por el contrario tiene exceso de producción. En España, por ejemplo, las estimaciones de las indemnizaciones en caso de sequía se hacen a partir de umbrales estimados por teledetección. Por otra parte, participamos en un proyecto europeo en colaboración con la Universidad Politécnica de Milán y con otros grupos de Francia, Holanda y China. Trabajamos en distintas zonas piloto ubicadas en estos países, donde estamos evaluando un modelo que tiene como objetivo el uso inteligente del agua en los cultivos de regadío. También podemos detectar qué plantas están sufriendo estrés térmico debido a que no disponen de una cantidad suficiente de agua. En los últimos años se empiezan a utilizar ya de forma intensiva los drones equipados con cámaras multiesprectrales que permiten realizar un seguimiento en tiempo real de los cultivos. Estos detectan de forma rápida problemas de plagas, sequías o amenazas de otro tipo. Incluso si el agricultor mantiene esta información año a año puede hacer un estudio multitemporal y ver cómo de un año a otro ha ido mejorando la productividad porque ha ido corrigiendo problemas detectados por el dron. La agricultura de precisión necesita este tipo de información.
¿Alguna compañía o grupo empresarial utiliza los servicios de teledetección que ofrecen ustedes? ¿Tienen demanda desde el sector privado?
Somos un grupo de investigación, desarrollamos algoritmos que a partir de los datos proporcionados por los satélites generan productos de interés, ya sean mapas de evapotranspiración, de temperatura, de evaluación de la isla de calor, de productividad agraria, etcétera. Todo este trabajo está accesible, publicado en revistas científicas, y cualquiera puede utilizarlo. Realizamos una labor de asesoramiento siempre que nos la han solicitado. Ahora mismo llevamos a cabo distintos proyectos en el campo de las aplicaciones agronómicas, forestales, y también en el del desarrollo y definición de futuras misiones espaciales. De hecho estamos trabajando en el seno de la Agencia Espacial Europea en el que será posiblemente el próximo Sentinel 8, un satélite térmico de alta resolución espacial (entre 30 y 50 metros) que permita evaluar la necesidad de agua de los cultivos. En este tipo de propuestas, aparte del desarrollo de algoritmia, hay una parte de experimentación in situ, con campañas de medida utilizando sensores similares a los que llevará posteriormente la misión a bordo del satélite. Poner en órbita un satélite supone un coste elevado, hay que tener en cuenta no solo la construcción del mismo y su lanzamiento, sino todo aquello que tiene que ver con la distribución de los datos, las correcciones y la generación de productos para el usuario. Es nuestra responsabilidad estar seguros de que se lanza una misión que va a dar los resultados esperados y con la precisión que requiere el usuario. Trabajamos también en evaluar los efectos de la isla de calor, es decir la mayor temperatura que sufren los habitantes de las ciudades durante la noche debido a los materiales que se emplean en la construcción de las mismas en comparación con las zonas rurales de los alrededores. Este tipo de efectos deberían de tenerse en cuenta en los planes de urbanismo, con medidas que amortigüen este efecto mediante zonas verdes, estanques de agua, etcétera. Hemos presentado estos días un proyecto a la ESA para evaluar este efecto en colaboración con Thales Alenia Space en España.
Jose Antonio Sobrino en Noordwik, sede de la ESA, Agencia Espacial Europea
A usted, ¿qué le preocupa más, el calentamiento global, el deshielo polar, la contaminación ambiental, el auge de la superficie urbanizada...? ¿Cuál es nuestra principal amenaza?
Nuestra principal amenaza somos nosotros. El ritmo que llevamos en la actualidad no es sostenible y nos llevará muy probablemente a superar los dos grados de aumento de temperatura respecto a la época preindustrial. Y con este aumento de dos grados muchos ecosistemas desaparecerán y otros se verán muy afectados. Todo pasa por reducir nuestras emisiones, o podemos llegar a un cambio abrupto en el clima. Una situación que muchos seres vivos no van a poder resistir. Estamos ya en 410 partes por millón en volumen de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, cuando en el año 1958 estábamos en 315. Es decir, del orden de tres partes por millón en volumen de aumento al año. Previsiones que requerían para su cumplimiento que en el año 2015 empezáramos a reducir las emisiones no se van a cumplir. El Panel Intergubernamental de Cambio Climatico de la ONU, el IPCC en el último informe para limitar el aumento de temperatura a 1.5 se basa en que las emisiones de CO2 deben caer un 45% de aquí a 2030 y en 2050 deberíamos tener emisiones negativas, es decir dejar de emitir más CO2 del que se elimina de la atmósfera. Es un desafío francamente muy difícil de alcanzar. De hecho, aunque no emitiéramos más CO2, sabemos que entre un 65% y un 80% del existente en la atmósfera tardará en disolverse en el Océano entre 20 y 200 años. Digamos que ya tenemos en la mochila un calentamiento. Nuestro futuro pasa por una transición energética, por un desarrollo sostenible, limitando el crecimiento a toda costa, que por otro lado no se sostiene en un mundo finito, lo que sin duda implica cambiar nuestra forma de relacionarnos con el planeta. Por otro lado, la cuestión toma un cariz ético, pues una gran parte de la población mundial, aquella que vive en países pobres, no ha contribuido a estas emisiones, pero, van a sufrir con más intensidad los efectos del cambio climático, al carecer de los medios para amortiguar el impacto. ¿Qué podemos hacer? De entrada, deberíamos invertir más en investigación, y en desarrollar tecnología que nos permita utilizar en toda su potencia las energías renovables, mejorar la eficiencia, reciclar, minimizar el uso de plásticos, etcétera. Son medidas que la mayoría conoce, pero se trata de pasar a los hechos. Hay que ponerse en marcha.
Realizando mediciones en la reserva Biologica de Doñana
Se habla mucho de los efectos del deshielo del Ártico, pero las consecuencias serán más visibles con el deshielo de Groenlandia, ¿cierto?
El aumento del nivel del mar es debido a una doble causa. Por una parte, por dilatación térmica, el agua se expande al calentarse y por otra parte porque se funde el hielo que está sobre la tierra, y esa agua va al mar. Por eso en el caso de la subida del nivel del mar el problema es Groenlandia. Un deshielo total de Groenlandia supondría, según las estimaciones de los modelos, subir 6-7 metros el nivel del mar. Son cifras tremendas. No obstante, el deshielo en el Ártico también es preocupante ya que, si por ejemplo, desaparece toda la capa de hielo en lugar de tener una superficie blanca que refleja la radiación solar, tenemos agua que la absorbe y eso conduce a un mayor calentamiento. Es un ciclo de retroalimentación. Por ejemplo, en Siberia se derrite el permafrost (la capa de tierra y suelo que ha permanecido congelada durante miles de años), esto libera mucho dióxido de carbono y metano, con lo cual aún tendríamos un mayor calentamiento global. Necesitamos actuar cuanto antes, realizar una transición rápida a una economía descarbonificada.
Por posición geográfica, ¿Galicia sería una de las zonas más afectadas por el deshielo de Groenlandia?
Sí, digamos que la zona de Pontevedra y de A Coruña estarían especialmente afectadas.
Finalizamos la entrevista felicitándole por la reciente concesión del Premio Jaime I de Protección del Medio Ambiente (edición de 2019). ¿Qué suponen este reconocimiento y esta distinción para usted y su equipo, además teniendo en cuenta la presencia de muchos Premios Nobel en el jurado?
Estoy agradecido al jurado por valorar el trabajo realizado en estos últimos 30 años en el campo de la Teledetección. Es un gran orgullo y una gran satisfacción, pero a la vez una gran responsabilidad porque genera una autoexigencia aún mayor, si cabe.