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MARCOS SALGADO CORBILLÓN - MADRID

Matemático, analista y programador

“El viejo consejo de planifica tu futuro hoy suena más como a soñar despierto en realidades alternativas que nunca serán”

Tiene raíces familiares en el municipio ourensano de A Merca, ha nacido y se ha formado en Barcelona y desde finales de 2016 trabaja en la sede madrileña de Meteologica, proveedor mundial de servicios de pronóstico y predicción para la producción de renovables, demanda de electriciad y precios de la energía. La compañía, con oficinas en la capital de España, en Benxi (China) y en Indore (India), basa su modelo de negocio en la especialización en previsiones meteorológicas orientadas a la industria de la energía que resultan determinantes para la generación de activos eólicos y solares reduciendo costes de producción y penalizaciones. Desde 2004, Meteologica presta sus servicios a parques solares y eólicos de varios continentes; opera en más en 65 países. Marcos Salgado Corbillón comparte que “faltan profesionales STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) para cubrir la demanda de un mundo cada vez más tecnológico” y reconoce que su posición en el mercado laboral es privilegiada por la elevada demanda de graduados en Matemáticas: “Siempre que oigo a la gente quejarse de la crisis, me siento medio perdido, ya que sus relatos no coinciden ni de lejos con mi experiencia”, matiza. Le sorprende “el contraste” entre programar para uno mismo y para el sector empresarial, y sobre las limitaciones de creatividad y de aportación personal en el trabajo de analista y programador argumenta que “aunque a la gente (yo incluido) se le llene la boca hablando de creatividad y sentido de agencia, también hay algo de satisfactorio en andar el camino marcado, como cuando completas un sudoku”.

Texto: Javier de Francisco ©

¿Te costó decidirte por establecerte profesionalmente en Madrid, desde Barcelona?

Comparando nuestras adolescencias, mi padre solía extrañarse de lo poco que yo salía de casa o, incluso, de mi propia habitación. Y si bien él era (y es), de adulto, igual de hogareño, aún a día de hoy, a propósito del COVID-19 me preguntó con sorpresa: «¿Pero y tú no te aburres todo el día solo en casa?». Parejamente, a mi madre le inquietaba la falta de socialización, y cómo, con el pasar de los años, y especialmente con el salto a la universidad, cada vez me adentraba más en mi propia y solitaria burbuja. A donde quiero llegar con todo esto, y quizá sea cosa de mi generación, es a que no me sentía atado a Barcelona (a nivel urbanístico, social, cultural...) cuando me mudé, como tampoco me siento ahora apegado a Madrid. De hecho, más de una vez he bromeado con que, dado mi estilo de vida ermitaño, tanto me da Madrid que Shanghái. Mi patria, si es que tengo alguna, está en internet (en el sentido amplio de la palabra: si hubiera nacido un siglo antes, probablemente intercambiaría el término por «biblioteca»). Lo que sí me supuso un salto de pértiga, al menos a nivel de mentalidad, fue pasar de repetir de manera constante «¡con lo bien que se está aquí, para qué habría yo de emanciparme!» a tener que lidiar directamente con mi propia supervivencia (buscar arrendamiento, hacerme mis propias listas de la compra, preparar la comida, poner lavadoras...), aunque tampoco fue tan traumático como imaginaba.

Marcos Salgado en Barcelona

¿En tu sector hay más posibilidades de seguir avanzando y de especializarte en Madrid que en otras zonas de España?

No me siento cualificado para responder a esta pregunta. Quiero decir, buscando en InfoJobs «programador», la mayoría de ofertas se concentran en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Vizcaya (en ese orden, y siguiendo, a ojo, una exponencial inversa), así que, en ese sentido, supongo que tendría que decir que, técnicamente, hay más. Y en consonancia, buena parte de la plantilla de Meteologica es de fuera de Madrid. Ahora bien, también es verdad que ha habido casos en la empresa de gente que se ha vuelto a su tierra, o que yo trabajé en otras dos tecnológicas en Barcelona antes de mudarme a Madrid, y que no me fui por «seguir avanzando» (sea lo que fuere lo que eso signifique) o por especializarme. Añádele a esto, además, la reciente apertura masiva al paradigma del teletrabajo.

¿En qué consiste tu trabajo actual?

Rescatando mi LinkedIn: «Mantenimiento de sistemas y servicios de predicción (entrada, procesado y salida de datos; altas, bajas y modificaciones; estudios de calidad...)».

En Sevilla

¿Tienes previsto asentarte profesionalmente en Madrid y quedarte ahí durante mucho tiempo o te gustaría vivir otras experiencias profesionales, incluso en otros países?

Pues no lo sé. De momento estoy muy cómodo en Meteologica, que parece una suerte de paraíso laboral (o paraíso a secas, incluso): eso es cuanto me atrevo a decir. Actitud, creo, que también podría enmarcar en mi generación: dado el fatalista panorama y la enorme sensibilidad a condiciones iniciales de nuestro mundo (cambiando por completo el tablero de juego con cada nueva disrupción tecnológica, económica, social..., como nos muestra de continuo la historia), no parece que tenga mucho sentido pensar a largo plazo.

El viejo consejo de «planifica tu futuro» suena más como a soñar despierto en realidades alternativas que nunca serán, y que ya huelen a ucronía incluso antes de salir del horno. Pero, volviendo a poner los pies en tierra, eso no quita, como escribí en mi LinkedIn hace años, que: «Estoy abierto a cualquier puesto o sector en el que tenga cabida la matemática (investigación operativa, análisis de datos, finanzas, enseñanza,...), y no descarto volver a la universidad en pos de un doctorado y una trayectoria más académica». Lo cual, hasta cierto punto, mantengo, si bien no voy a negar que mis conocimientos matemáticos se han oxidado bastante, y que tendría que darles un buen repaso a mis apuntes.

De hecho, tirando de ese hilo, la pregunta presenta una falsa dicotomía: estando a jornada reducida, y no teniendo apenas obligaciones de ningún tipo, dispongo de sobrado tiempo como para reestudiar la carrera y, con la excusa, escribir piezas de divulgación sobre la misma (tema aparte es que tuvieran el éxito, calidad, elegancia y elocuencia de 3blue1brown, o que pudiera o quisiera profesionalizar ese pasatiempo). Y esto no lo digo a la ligera: durante la carrera, transcribí a LaTeX algunos de mis apuntes (accesibles desde la entrada Apuntes matemáticas (UB) de mi blog) y participé en una edición del Carnaval de Matemáticas (en la entrada Resumen formal y solución a "Una paradoja lógica" de Carroll se listan las cuatro entregas), y de manera más reciente, he escrito ensayos como De las demostraciones matemáticas: Luces y sombras en teoría de la justificación o entremeses como Muros de ceniza.

Si no he sido más sistemático con esto, y como se puede apreciar en mi blog, es porque también tengo intereses y proyectos de corte filosófico y literario, entre otros. En cualquier caso, y siendo sincero, ni creo que mi estilo (en ningún frente) sea ahora mismo apto para el gran público (lo que en sí no debería ser un problema, y en esto me sumo a la reivindicación de Shannon Strucci por los nichos. Cf., e.g., su support independent artists 2019), ni tengo mucho interés en adaptarme (mihi ipsi scripsi, pues escribir es mi manera de articular mi pensamiento, interiorizar conceptos y entender el mundo).

En cuanto a lo de emigrar, la idea no me seduce nada, aunque tampoco creo que merezca la pena listar todas las contras que le veo. Como ya dije, ahora mismo estoy muy cómodo donde estoy, lo mismo que cuando decía que nunca me emanciparía. Como me decían hace poco, no soy nada ambicioso, pero no por ello descartaré de plano las opciones que se me presenten que me agraden.

 

Desde niño siempre has regresado a Galicia todos los veranos, con la excepción de los años de pandemia. ¿En cierto modo te sientes gallego? ¿Es tu mejor lugar para desconectar y descansar?

En realidad dejé de visitar Galicia de manera recurrente a los 18 años precisamente porque no me gustaba desconectarme del PC, mi medio de información, expresión, ocio... (no es casual que en filosofía contemporánea se discuta si las nuevas tecnologías constituyen o no un nuevo órgano o corporalidad expandida: alejarme de ellas se sentía como alejarme de mí mismo). Esto aparte, yo iba a la aldea de mis abuelos, y correteaba por las de alrededor con los familiares y amigos de allí, pero lo cierto es que apenas conozco Galicia. Sí, recuerdo vagamente una excursión al cañón del Sil, y otra a la muralla de Lugo, pero poco más. ¿Son mis experiencias representativas de Galicia? ¿Es Galicia en primer lugar, como cualquier otro topónimo de cierta extensión, lo suficiente homogénea como para referirnos a ella genéricamente sin terminar cayendo, o bien en una contradicción (en el sentido de que alguien pudiera decir: «esa no es mi Galicia»), o bien en una trivialidad (como pudiera ser: «lo que queda contenido dentro de estas fronteras»)? Pues no lo sé. Pero en cualquier caso, como dije, tampoco considero dichas experiencias como parte íntima de mi identidad. Y sobre esto, creo que merece la pena aclarar que, groso modo, puedo decir lo mismo de Barcelona, donde me crié: cuando la gente se refiere a mí como catalán, o hace referencia a la cultura de allí como si fuera algo mío, a menudo me confunde (y, sospecho, me ocurriría lo mismo si me tildaran de barcelonés, al haber llevado, y llevar, una vida medio ermitaña). Huelga decirlo, también me siento igual respecto al gentilicio «español». La gran ironía, sin embargo, es que cuando me he ido por mi cuenta una semana a hacer turismo aquí o allá, entonces sí he callejeado la ciudad de turno hasta conocerla como la palma de mi mano, y sí he desarrollado un cierto sentimiento por la zona, aunque no lo llegaría a calificar como «de pertenencia».

Siempre has destacado en ramas de Ciencias, como Matemáticas. ¿Qué áreas de conocimiento te gustan más?

En la carrera me incliné más hacia lógica y análisis (mi tesina fue sobre análisis no estándar), llegando a aborrecer ciertas asignaturas de álgebra y geometría. Sin embargo, cuando alcancé a comprender estas últimas, pasaron a gustarme tanto o más. Lo que quiero decir con esto es que, si bien tiendo a gravitar sobre los mismos puntos, como estos son multidisciplinares, nunca me quedo mucho en una misma zona, y de ahí que me haya autodescrito como «eterno proyecto de polímata» (lo que, por su contra, implica no profundizar en nada: quien mucho abarca poco aprieta). Pero para no caer en la más absoluta vaguedad, permíteme ejemplificarlo: hace poco estaba leyendo algunos artículos de José Martínez de Sousa, como La contravención de la norma en el lenguaje 2003, y unas semanas antes estaba con Bateson A Theory of Play and Fantasy 1954 en el contexto del análisis de marco de Goffman (1974) y el círculo mágico de Zimmerman (1999).

A primera vista puede parecer un salto muy grande, pero hay varios hilos que los unen, como la cuestión del metalenguaje, que resuena también con mi susodicho interés por la lógica o las estructuras algebraicas. Yéndome un poco más atrás en el tiempo, dos artículos que me han impresionado mucho en los últimos meses son Penelope Maddy Set-theoretic foundations 2017 y Martha C. Nussbaum Objectification 1995, pertenecientes a campos muy distintos de la filosofía. No obstante, ambos tienen en común la disección de un concepto aparentemente simple en una serie de atributos independientes, siguiendo los motto de la Nerdfighteria «truth resists simplicity» e «imagining people complexly» (pues, en consonancia con las palabras del matemático y filósofo Rota, «The reality in which we live is constituted by a myriad contradictions»).

Durante el Madrid Perl Workshop

¿La profesión de programador es tal cual la imaginabas o esperabas, por ejemplo, que hubiera más campo para la creatividad y la aportación personal?

La profesión de programador no la imaginaba, a pesar de que era un final anunciado. No fue hasta que terminé la carrera que vi claro que no quería seguir la senda académica (no, al menos, inmediatamente) y que programación era la opción más accesible. Sí me sorprendió el contraste entre programar para uno mismo y para empresa; por ejemplo, en el tener que hacer desarrollos extraños simplemente porque lo pide así el cliente final, o en el tener que familiarizarme con (y adaptarme a) toda una serie de dependencias internas. Y si bien pudiera pensarse que estos dos puntos (que, entendidos en abstracto, son propiedades de cualquier trabajo, en el sentido más amplio de la palabra) limitan la creatividad y la posibilidad de aportación personal, desde que descubrí a la OuLiPo hará cosa de una década he mantenido siempre que es justo lo contrario: la constricción es en realidad liberadora. De ahí que, por ejemplo las rígidas reglas del lenguaje (de cualquier lenguaje) lo posibiliten, o que los juegos literarios y consignas arramblen con cualquier hoja en blanco (al menos en mi experiencia). De hecho, a veces he tenido precisamente la sensación contraria: que me daban demasiada cancha para hacer o proponer, cuando yo sólo pedía unas instrucciones claras que seguir.

Parafraseando a Diginée (a propósito del videojuego como marco expresivo) y Kat Blaque (a propósito del contraste entre sus relaciones BDSM y sus vlogs), supongo que no siento la necesidad de realizarme y expresarme a través de mi trabajo porque en mi vida personal ya hay mucho de eso. Aunque a la gente (yo incluido) se le llene la boca hablando de creatividad y sentido de agencia, también hay algo de satisfactorio en andar el camino marcado, como cuando completas un sudoku (siguiendo un ejemplo de Steven Strogatz para 3b1b) o transcribes un buen texto (siguiendo el caso de Hunter S. Thompson respecto El gran Gatsby y Adiós a las armas).

Al final del día, creo que la pregunta parte del extendido prejuicio de que en las STEM no hay cabida, o no tanta, para la creatividad. Y en el campo de la programación, no hay una voz más clara y venerada a este respecto que la de Knuth: «My feeling is that when we prepare a program, it can be like composing poetry or music;» (Computer Programming as an Art 1974). (Si por mi fuera, extendería la cita en 350 palabras, porque además incide en dos de mis puntos anteriores, pero mejor recomiendo directamente el artículo.

También quiero recalcar que su analogía no es baladí: Knuth toca y compone para piano desde adolescente).

¿Es cierto el mito de que los programadores informáticos están muy demandados en el mercado de trabajo y que siempre tienen a su alcance múltiples oportunidades laborales?

Hasta donde tengo entendido, las estadísticas son claras: faltan profesionales STEM para cubrir la demanda de un mundo cada vez más tecnológico. Daré mi experiencia: revisando mi correo, me inscribí a siete ofertas de InfoJobs entre el 6/9/2015 y el 24/9/2015 e hice cuatro entrevistas; el 25 ya me habían seleccionado para un curso en Java de un mes, tras el cual me contrataban. Apenas llevaba tres meses trabajando allí, era una empresa la que picaba a mi puerta: las tornas se habían girado. Completamente sorprendido, en un primer momento decidí ir a la entrevista por mera curiosidad, pero menos de tres meses después ya estaba firmando con ella. Más aun, tras esa primera llamada se volvió algo habitual el recibirlas, hasta el punto de resultar un tanto molesto (lo mismo que si fueran publicidad), lo que es una afirmación bastante privilegiada (y humblebragging) de poder hacer. De hecho, siempre que oigo a la gente quejarse de la crisis, me siento medio perdido, ya que sus relatos no coinciden ni de lejos con mi experiencia. Y con esto no quiero implicar que nuestro sistema económico no tenga problemas (aunque, recordando los paradójicos teoremas de Arrow y Monge, probablemente ningún sistema sea perfecto, sino una cuestión de preferencia, tendiendo yo al igualitarismo y anarquismo de paradigmas como el parecon), o que vivamos en una meritocracia que se pueda trepar mediante la ética del esfuerzo (que me parecen, ambos cuentos, de una ingenuidad aterradora). Lo único que quiero decir con lo que he dicho es eso mismo: que mi entendimiento de la precariedad laboral no tiene una base fenomenológica. Y supongo que es justo esto (o el interés personal, según el caso) lo que lleva a demasiadas personas a entregarse y escudarse en susodichas fantasías, ignorando el sesgo del superviviente implícito.

Sea como fuere, y en aras de la exhaustividad, tras aquella primera llamada decidí ponerme una alarma en InfoJobs para que, si me volvían a contactar con una oferta, tuviera alguna idea de cómo se comparaba esta con el resto. A 5/9/2016, unos tres meses después, vi una que me llamó especialmente la atención, y que terminó siendo mi tercer y último trabajo, en el que me aceptaban a 12/10/2016.

Comentar también que durante ese tiempo intermedio (hasta el 27/9/2016), ya que abría el veto, decidí de paso inscribirme en otras siete ofertas (generalmente con poco interés) y fui a dos entrevistas más.

Marcos Salgado en Gijón

Para finalizar, y a modo de aclaración, me gustaría añadir que en esta entrevista concedida a galiciaexterior.com me he limitado a pensar en voz alta, que mi opinión en cualquier momento cambia y salta cual río que no se estanca, y que en consecuencia desearía que no me tomasen muy en serio. O en palabras de Rimbaud: "Pero, se lo ruego, no subraye ni con el lápiz, ni demasiado con el pensamiento”.

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